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¡ASÍ OCURRIÓ! Hablan los deportados: «Había niños y no les importó, nos sacaron como perros»

«Un plan de limpieza», así denominan los colombianos residentes del municipio San Antonio del Táchira, el operativo de «censo» desplegado por miembros del Ejército y la Guardia Nacional Bolivariana desde que se declaró un Estado de excepción en varios municipios fronterizos y se procedió al cierre de la frontera con el vecino país.

Los habitantes del lugar, aseguran que las casas y ranchos fueron marcados con las letras R (de revisado) y D (de demoler), para poder segmentar a los habitantes y saber como proceder, sin embargo, los guardias ingresan a los hogares sin dar explicaciones, y los hacen salir en horas de la madrugada para requisarlos, “Había niños, y eso no les importó, nos sacaron como perros”, dijo Yormari Castaño, quien contó que a su casa le pusieron la D.

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El sábado, cuando aún dormía en su humilde vivienda, mitad cemento y mitad latas de zinc, en el barrio de invasión Mi Pequeña Barina, en el municipio de San Antonio, la colombiana Gladys Navarro, su esposo y sus tres hijos fueron sorprendidos por las patadas que los miembros de la Guardia Nacional, armados con fusiles, les daban a la puerta y muebles.

Navarro, quien estaba en pijama, vivía en ese barrio desde hace 10 años, pero eso no les importó y la sacaron a empujones. Ni sus tres pequeños hijos se salvaron del supuesto “censo” que los uniformados dijeron iban a realizar y que se convirtió, en lo que los colombianos deportados han denominado “un plan de limpieza”.

Hasta este lunes en la noche, el Puesto de Mando Unificado en Cúcuta reportaba que iban 861 colombianos deportados, la mayor expulsión de connacionales por el Gobierno venezolano, lo que obligó a la alcaldía de Cúcuta decretar este lunes el estado de calamidad pública. La medida permite a la administración local acceder a recursos y ayudas inmediatas para afrontar la emergencia.

La misma redada del sector de Mi Pequeña Barina (estado Táchira) se extendió durante todo el fin de semana a las también invasiones de Ezequiel Zamora, La Guadalupe y El Ché Guevara, donde, casa por casa, y con la misma agresividad, ubicaron a los nacionales.

Yormari Castaño, residente del barrio Ezequiel Zamora, dice que la llevaron a un parque con sus dos pequeñas sobrinas. Allí, decenas de colombianos no entendían por qué los agrupaban, ni sabían qué pasaría con ellos.

La zozobra fue peor cuando los hombres de la Guardia empezaron a marcar con una R o una D las casas en las que llevaban varios años viviendo. No sabían qué significaba. Horas después se dieron cuenta de que las primeras habían sido “revisadas” y las segundas serían “demolidas”. “Aunque algunas que tenían la R también nos las tumbaron”, dijo uno de los refugiados en Cúcuta.

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Los vecinos de Ezequiel Zamora, que vivían en un sector aledaño al río Táchira, aseguran que esas casas derribadas se las había regalado el hoy desaparecido presidente Hugo Chávez.

En medio del operativo, mientras estaban en el parque, los colombianos alcanzaron a ver cómo unos militares saquearon sus viviendas y las pertenencias que habían acumulado en los últimos años: motos, televisores y computadores fueron a parar a manos de los uniformados.

Pero la redada, que se inició antes de la declaratoria del estado de excepción en la frontera, una medida posterior a la orden de cierre de 72 horas, fue el final de una serie de señalamientos y seguimientos que se vienen dando contra colombianos residentes en ese país.

Todo el sector de invasiones de San Antonio estaba focalizado por las autoridades como una zona donde residían, supuestamente, paramilitares, extorsionistas y contrabandistas.

Pero así como hay colombianos que fueron detenidos y deportados, también hay otros que cayeron en las redadas y sus familiares aún no saben qué pasó con ellos. Yuleima Rodríguez reveló que su hijo, de 27 años y quien padecía de discapacidad cognitiva, fue sacado de la casa a las 5 de la mañana del viernes, le pusieron una capucha negra y luego fue llevado a otro lugar, pero hoy no sabe nada de él.

A él y a otros siete hombres del sector, a los que también les taparon los rostros, las autoridades venezolanas los señalaron de paramilitares. “Trabajaba allá, tenía su casita, que se la desbarataron. Con decir que son ‘paracos’ los sacaron de allá”, dijo la madre.

Otros hombres colombianos, temerosos de ser señalados de delincuentes y de ser agredidos, decidieron escapar hacia Colombia antes de caer en manos de las autoridades venezolanas.

Con información de El Nacional.

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