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¡CARA ‘E TABLA! Ernesto Villegas: ¿Cómo es posible que las caraotas valgan mil bolos el kilo?

El ex ministro y hoy candidato a la Asamblea Nacional, Ernesto Villegas Poljak, ofreció una entrevista exclusiva al portal Contrapunto donde conversó sobre distintos tópicos y problemas que atraviesa actualmente Venezuela, entre ellos la inflación y el bachaqueo. «¿Cómo es posible que las caraotas valgan mil bolos el kilo?» denunció Villegas, quien además juzgó el hecho de que las mismas no sean sembradas en nuestro país.

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C: Tienen ustedes un proyecto sumamente grande, que necesita esfuerzo, impulso de todo tipo, para poder ser llevado a cabo. Los recursos materiales, económicos, empiezan a menguar, se hace más difícil mover la sola conciencia política. ¿Cómo se hace entonces para lograr una hegemonía en términos de pensamiento, en términos de convicciones, en términos de compartir un proyecto, en una situación que no es la misma de tres, cinco años atrás?

—Tú sabes que yo siempre he preferido hablar de una contra-hegemonía. Porque la hegemonía realmente existente es una hegemonía capitalista, consumista… Esas son las verdaderas hegemonías en el mundo de hoy y en nuestras sociedades: una hegemonía capitalista, egoísta, individualista, mercantil, que se expresa a través de ese fenómeno del bachaquerismo, y que es la conversión de cualquier cosa en mercancía y la obtención de una ganancia fácil –y si posible sideral–, por encima de una cultura del trabajo.

Yo creo que ese es el desafío: una contra-hegemonía que derrote esa visión bachaquera de la vida. Y que nosotros podamos, por ejemplo, en ese terreno, impulsar la cultura del trabajo. Si algo bueno tiene la disminución de los bienes materiales por la vía de los precios del petróleo, es que entonces las cosas que aquí solemos importar, definitivamente las tenemos que empezar a producir. Fíjate tú, las caraotas…

C: Novecientos ochenta bolívares, un kilo de caraotas. Hoy, en este momento, cuando hablamos.

—¿Cómo es posible que, por una parte, haya unas caraotas a mil bolívares el kilo, pero que además aquí no las sembremos? Las carotas que nos comemos… Eso no tiene sentido.

C: Toquemos ese tema también, el de la producción. Pero antes le pediría hablar de lo que está pasando ahora mismo en las fronteras, con Colombia, con el contrabando de extracción. Hoy, ¿sería de verdad posible tener caraotas a 80 o 200 bolívares el kilo en San Cristóbal, y a 1.800 o 3.000 en Cúcuta? ¿Eso es factible?

—Ese es el desafío. Que nosotros no tiremos la toalla y digamos: “bueno, como tenemos una extensa frontera con Colombia…”, y entonces renunciemos a nuestra capacidad de fijación de precios en el mercado venezolano, y dejemos que sea la oligarquía bogotana la que le fije los precios a los productos que consumen los venezolanos.

Yo sé que hay fuerzas telúricas que son muy difíciles de controlar; un ejemplo fue cuando se dio la prohibición del consumo y venta de bebidas alcohólicas en los Estados Unidos. O cuando a alguien se le ha ocurrido prohibir la prostitución. Podrás poner en juego todos tus recursos, y hacer todo lo posible por lograr aquello, pero….

Sin embargo, nosotros tenemos como país que plantearnos el desafío, alcanzar la reivindicación nacional que significa que podamos tener precios fijados por la realidad venezolana, y no por la realidad económica extranjera, donde confluyen el tema del narcotráfico, la rueda de blanqueamiento de dinero sucio en la frontera, a través de las casas de cambio, amparada por el gobierno colombiano…

C:¿Cómo se logra eso?

Nosotros no podemos estar dependiendo como país, en la fijación de nuestros precios, de los antojos y caprichos de una oligarquía bogotana y de unos factores criminales que conforman un para-Estado en Colombia. Porque nosotros nos relacionamos formalmente con el Estado de Colombia, pero resulta que en Colombia hacen vida otros Estados. En algunos territorios es el Estado guerrillero, o los Estados que pretenden hacer, donde ejercen soberanía los grupos armados. Y específicamente en la frontera con Venezuela, es un Estado paralelo criminal, formado por mafias de narcotraficantes, de lavadores de dinero.

Aquí no vamos a renunciar a que las cosas cuesten lo que tengan que costar. Yo no hago apología de precios irreales; yo creo en la regulación de los precios, lo que no creo es en la congelación eterna de los precios. Aquí debe haber una revisión periódica de las regulaciones, para que los precios sean reales. El proceso de formación de los precios es un proceso complejo. Pero el factor “Colombia” es un factor distorsionante. El desafío es que nosotros podamos tener una frontera de paz –como ha dicho el presidente Maduro–, productiva, y que nos respetemos.

C: ¿Hay conciencia del impacto que ha tenido toda esta situación económica en el pueblo llano? Porque –y no digamos ya en Caracas: en todo el interior– las colas son gigantescas, brutales…

A mí me preocupa la cola, obviamente, pero me preocupa todavía más el tema del precio y el acceso al producto. No es sólo la cola. Hay gente a la que sólo le preocupa la cola, porque tiene capacidad… Hay sectores que, en los tiempos de la revolución bolivariana, han logrado mejorar de tal manera su situación económica que están en capacidad de absorber precios elevados; y hay sectores que, mediante su propio bachaqueo, pueden trasladarle a otro el costo de esos precios elevados. Aquel que a su vez bachaquea, puede entonces compensar el aumento de los precios, porque a su vez él está aumentado los precios de otras cosas, está trasladando el sobreprecio a un tercero.

Pero a mí me preocupa más el trabajador, pobre, asalariado, que no tiene a quién bachaquear o que éticamente no lo hace, y entonces no tiene a quién trasladarle el sobreprecio que le ponen al producto que necesita comprar. Más allá de la cola. Con cola o sin cola. Eso es mucho más grave.

Porque, fíjate tú lo que ha sucedido: con Chávez mucha gente comenzó a comer carne. Mucha gente no comía carne, o comía muy poca. Con Chávez la gente comenzó a tener acceso a la carne, y en hogares que antes no lo tenían. De hecho, buena parte de la demanda eléctrica adicional vino porque antes había familias muy pobres que no tenían nevera, y cuando en Mercal pasaron a conseguir carne, necesitaron neveras, y por eso vino Mi Casa Bien Equipada.

Pero antes, esas familias, históricamente, cuando no conseguían carne ni pollo, compensaban el componente proteico con granos. Ahora, un golpe muy duro que está recibiendo la familia venezolana hoy en día, es la caraota a mil bolos el kilo. En aquel entonces, con un kilo de caraotas, le soltabas una chuleta ahumada y eso, con el arroz, ya era un plato de comida. Esa es la preocupación, es algo que tenemos que derrotar muy pronto. Gracias a dios, el ciclo de la caraota es breve, y ya Maduro anunció el plan de siembra de 50.000 hectáreas. Para mí, es vital que nosotros resolvamos pronto eso.

C: Ojalá el bachaqueo no agarre ahora la caraota nacional, también, y se la lleve. Pero para las políticas sociales que impulsa el chavismo hay una especie de trampa mortal en todo eso. Si regulas los precios por debajo del nivel internacional, el mercado se traga los productos a través del bachaqueo y el contrabando y vienen la carestía y la escasez. En la otra acera, el neoliberalismo te dice que elimines los controles y se te acaba el problema. ¿Qué estrategias se plantean ustedes para romper esa trampa y satisfacer las necesidades de la población?

—Yo creo que nosotros no debemos renunciar al control, sino revisar los precios. El control no es congelamiento eterno. O sea, si tú revisas realmente cuál es la estructura de costos de un producto y lo regulas, e incluso apoyas al productor; si tú agarras y apoyas toda la producción y estimas un costo, un precio que sea atractivo para el productor, bueno, puedes convenir una regulación. Lo que está demostrado que es insostenible es una regulación eterna, sin revisión de precios; que entonces, además, después se convierte en desregulación por vía de los hechos. Lo que hoy estamos viendo a precios exorbitantes es resultado del libre mercado. Lo que nosotros vemos en el precio bachaquero, ese es el libre mercado en su peor faceta.

Lea la entrevista completa en Contrapunto.

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