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¡GOCHOS INCANSABLES! Táchira, escenario de batallas campales desde hace más de un mes

Febrero será recordado como el mes cuando la guerra se apoderó de varias zonas residenciales de Venezuela. El norte de San Cristóbal (Táchira) es escenario de batallas campales desde hace más de 30 días. Allí, protestantes encapuchados hacen barricadas y efectivos militares las derrumban en una rutina bélica desgastante.
Decenas de heridos y tres víctimas mortales son parte del saldo de las manifestaciones. Daniel Tinoco, de 24 años, líder estudiantil de la Unet, falleció el 10 de marzo al recibir un disparo en el pecho en un enfrentamiento con encapuchados en la avenida Carabobo. Jimmy Vargas, de 34 años, murió el 24 de febrero al caer de un techo mientras preparaba la defensa de su urbanización, y Luis Gutiérrez chocó contra una barricada en Rubio, accidente que le causó una muerte instantánea, reseña Ultimas Noticias.

Barricadas en San Cristobal Tachira

Dos edificios fueron incendiados. La sede de la Corporación Tachirense de Turismo, Premio Nacional de Arquitectura, quedó casi en cenizas. Igual suerte corrió la Inspectoría del Trabajo. El viernes fueron afectados por el fuego una notaría, un kiosco del Saime y una garita. En todos los casos, las autoridades acusan a los manifestantes, mientras que estos señalan a los miembros de los colectivos.

La Gobernación denuncia que, a causa de la quema de desechos, el asfalto de seis calles del norte de San Cristóbal se deterioró. Aún no cuantifican los daños.

En materia agrícola, representantes del Ejecutivo regional estiman que, a causa del cierre de vías, cerca de 100 toneladas de legumbres y vegetales se pudrieron desde que comenzaron las manifestaciones a principio de febrero.

Sin militancia. “La resistencia sigue, aquí vamos a seguir a pesar de lo que diga el gobernador y de que muchos estados estén apagados. El Táchira sigue porque no somos partidos políticos, sino la sociedad civil con los estudiantes que queremos seguir con esto”, dice Jairo, un estudiante de Derecho encapuchado con una franela aurinegra del Deportivo Táchira.

Junto a 12 jóvenes más, todos con el rostro cubierto, vigilan las barricadas de la avenida 19 de Abril frente a las residencias El Parque como si se aprestaran a hacer barra en el estadio de Pueblo Nuevo. Sus edades van de 15 a 30 años por lo que, a veces, ríen, se abrazan y explican las proporciones de la molotov perfecta, como si de un cubalibre se tratara.

El paso por su avenida está obstruido con basura, cauchos quemados, muebles, restos de rejas metálicas y guayas de ascensor. En uno de los edificios, una larga pancarta azul reza: “RESISTENCIA ART. 350”. Cada noche hacen guardia en la azotea de los edificios, en turnos que van de dos a seis horas, y tienen un rudimentario pero efectivo sistema de alarmas: cuando alguien de las cuadras adyacentes avizora a los oficiales, tocan con fuerza los postes y así se enteran.

También usan walkie talkies y, a las 4:30 am se reúnen para apilar materiales de desecho y un grupo vigila con “cañones” de morteros para prevenir las incursiones de la Guardia Nacional: “Esto lo financiamos con nuestro propio dinero y los vecinos de la comunidad nos bajan desayuno y agua. No recibimos apoyo de partidos ni cobramos peaje, al que quiera ayudarnos siempre le pedimos que traiga comida en vez de dinero”.

María, vecina del sector, explica que es chavista y siente el hostigamiento por su posición política: “Por Twitter pusieron una foto mía donde dicen que soy la sapa. Pusieron mi nombre, dirección, edad y cédula, pero a esa persona la denuncié ante la Fiscalía ayer”.

Cuenta que antes todos los vecinos se querían y respetaban. Se lamenta porque ellos piensan que es delatora: “Ellos no cobran peaje, pero nos joden la vida”. El ministro de Interior y Justicia, Rodríguez Torres, afirmó esta semana que manifestantes tachirenses exigen dinero para dejar pasar por las vías.

La muerte lenta. En la esquina de la urbanización Las Acacias queda la unidad de servicios nefrológicos Unetaca. Los enfermos renales necesitan dializarse por cuatro horas, cada día por medio, pero la carencia de insumos y las protestas han hecho que estos pacientes solo lo hagan por dos horas: “El depósito se está quedando vacío y, a veces, los enfermeros no pueden llegar por los tranconazos. Cuando me dializan menos las toxinas perjudican mucho, puedo contaminarme y me muero más rápido”, dice Dalgys Carvajal, con voz débil.

En febrero murieron cuatro pacientes de esta unidad mientras el resto languidece, gota a gota, como los reactivos. Yolanda Ortiz trae a su esposo, desde Palmira, en una penosa travesía interdiaria: “Yo pido tranquilidad para los pacientes renales, porque ellos sufren mucho al ver todas las trancas, las bombas molotov, mangueras con clavos, y eso no debe ser”.

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