Si hay algo en lo que se han empeñado, Nicolás Maduro y Diosdado Cabello en los últimos meses es en promover la violencia electoral, sin duda que con el ojo puesto en una ola incontrolable de anarquía que obligue a la suspensión de los comicios.
Y es que, para uno y otro personaje –a veces da miedo hasta nombrarlos- la estrepitosa derrota que les espera el 6-D es también el fin de sus carreras políticas, por más que amenacen ese día en una presunta resistencia “armada”, cuando en realidad, tendrán que aceptar los resultados, porque nadie resiste solo.
Cuán abandonados lucen Maduro y Cabello en estas horas se siente en la cantidad de disparates que dicen y hacen, el primero por tierras del Medio Oriente -que es donde en realidad vive-, y el segundo, en un programucho de televisión donde se inmola así mismo, pretendiendo inmolar a los demás.
Son dos vergüenzas ambulantes, afortunadamente de tránsito, de paso, pues resultará imposible al defenestrado PSUV, y al más defenestradísimo gobierno, seguir cargando dos bacalaos que, según pasan los días, pesan entre ambos más de 200 kilos.
Porque, prueba más eficientísima de que los dos “presidentes” no se toman en serio sus bravatas no existe, de fruslerías de que se van para la calle, o a la montaña fusil al hombro, ya que, ni siquiera caminan media hora al día, aislados en una vida sedentaria que no los aparta de los Airbus y las 4×4.
Lo cual no quiere decir que no llamen a algunos desequilibrados a matar, como el que asesinó ayer a un dirigente de AD en Altagracia de Orituco, Estado Guárico, para estropear una multitudinaria concentración donde hablaba Lilian Tintori.
Pero nada que evite la derrota del dúo Maduro-Cabello el 6D, absolutamente rechazados, abominados y abucheados por el pueblo, 10 días antes en que millones de votantes los dejarán en minoría en un poder legislativo que podrá sancionar leyes para se vayan a buscar trabajo a Cuba o Corea del Norte.
Por Manuel Malaver