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¡LAS COSAS COMO SON! La entrevista a Leopoldo Castillo que no le gustó a Nicolás Maduro

El equipo de El Nacional Web entrevistó a Leopoldo Castillo para conocer sus expectativas sobre la nueva Asamblea Nacional, que tomará posesión el 5 de enero de 2016, y en general sobre sus apreciaciones y expectativas en cuanto a la publicación de su libro.

Foto: Exitos FM/ Archivo.

Foto: Exitos FM/ Archivo.

¿Cómo cree que va a ser la respuesta del público, tanto chavista como opositor, ante esta publicación?

Yo creo que la gente se va a enterar de muchas cosas. Va a ver el otro lado de la cámara: cómo tuvimos que movernos en un ambiente bastante hostil y por qué nos calificaban de no ser objetivos.

Descubrirán lo difícil que es ejercer el periodismo en Venezuela. El lector se verá retratado en muchas de las situaciones que ahí relatamos.

Globovisión fue uno de los medios que más representó al “periodismo de trinchera”. Ahora hay muy pocos medios de comunicación independientes, ¿cree que terminó esa época?

No se ha acabado mientras el gobierno mantenga esa actitud de querer controlar todos los medios de comunicación, de querer manejar la información. Si eso continúa, el periodismo de trinchera se meterá donde sea. Es necesario porque hay otro lado del país (que es mayoritario) que necesita información.

Un medio impreso, como Tal Cual, dejó de ser periódico para convertirse en semanario. En la radio están Radio Caracas Radio, Unión Radio y algunas expresiones regionales, hasta que el gobierno no las localice y las asfixie. Ahora, Notitarde ya no es lo que era, Últimas Noticias ya no es lo que era, El Universal tampoco es lo que era. Por no meterme en los periódicos y las emisoras regionales.

La trinchera se ha reducido, pero se mantiene firme.

También está la ventaja de que se vive una era de crecimiento tecnológico

Correcto. Pero solo un porcentaje de la población tiene acceso, no la totalidad. A la gente mayor le cuesta el manejo de las redes sociales. Yo pude comprobarlo en la última elección. Estaba en una plataforma internacional, que era NTN24, y algunas veces sentía que las informaciones para el público venezolano eran prácticamente nulas o muy reducidas.

¿Con quién es más difícil ejercer el periodismo: con Hugo Chávez o con Nicolás Maduro?

Chávez no era una perita dulce, pero era un hombre seguro de lo que estaba haciendo. Maduro sí es inseguro. Y es una copia. Yo prefiero el original. Esos tipos inseguros son difíciles de prever. Tienen reacciones más emocionales que racionales. Fíjate que Globovisión pasó por la muerte de Chávez, en cambio, desde que llegó Maduro, inició la toma descarada de medios y la represión es mucho más fuerte.

¿Venezuela está en una dictadura?

Yo creo que sí. Eso es una discusión semántica. Lo que pasa es que las dictaduras, incluso las de este siglo, deben cubrirse con un manto electoral.

En Birmania (Myanmar) tuvieron que hacer elecciones y a la prisionera política (Aung San Suu Kyi, Premio Nobel de la Paz) la liberaron. Es muy interesante cómo se condujo esa mujer, porque ganó las elecciones y no vino con represiones ni venganzas. Ha sido muy inteligente en el manejo de la política.

En el voto siempre existe un deseo de venganza y el verdadero estadista tiene que estar por encima de estas cosas.

El gobierno corrió el riesgo de las elecciones. Las habían ganado todas, aunque todavía cuestiono el triunfo de Maduro sobre Capriles. Pero vamos a suponer que sí ganó, tenían que realizar esta. Ahora, como en el tango, van a perder las próximas y seguirán perdiendo.

¿Debería realizarse un referéndum revocatorio para que haya un cambio o la oposición y el gobierno tienen que mejorar sus relaciones?

Mira, palabras más, palabras menos, tarde o temprano vamos a terminar en un revocatorio porque el proyecto de Maduro es insostenible. Su gobierno se basa en un modelo económico inviable. Depende del precio del barril de petróleo, que se vino abajo. No hay perspectiva de que el precio aumente. Estamos endeudados, no hay empresas; los empresarios que tienen capital en el exterior no van a invertir, si las condiciones no cambian.

Maduro está luchando contra la historia. El socialismo, como lo entiende él, el estalinismo, es un pastoreo en nube. No se sostiene. La única forma es con el uso de la represión, lo que es muy difícil porque no lo va a aceptar nadie.

Una de las propuestas de la oposición durante su campaña electoral fue crear una Ley de Amnistía. Ya el presidente dijo que no va a aceptarla, ¿Maduro no quiere reconciliación?

Yo creo que él no entiende el momento que vive Venezuela. No comprende ni sabe interpretar el voto popular. Los ciudadanos votaron por un cambio, por la paz, por un país democrático. Y él quiere mantener una especie de dictadura caribeña, a lo cubano, que no es factible acá. No tiene viabilidad.

Yo no estoy diciendo que el chavismo se acabó como fuerza política o sentimental, lo que digo es que estamos en un momento de diálogo.

El nuevo presidente de Argentina, Mauricio Macri, pidió la liberación de los presos políticos de Venezuela. Por otra parte, Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, está bajo un problema judicial. ¿Se cierran los espacios internacionales del gobierno?

Son los ciclos económicos de la historia. El que terminó es el de las materias primas y de las inversiones cómodas para los capitales en nuestros países. En Brasil la materia prima ha bajado, las inversiones extranjeras se han reducido y la corrupción ha comido en todos estos países.

Entonces, el socialismo del siglo XXI resultó un globo. Fue un esquema muy popular que apeló, en teoría, por el pueblo, pero en el fondo fue un estilo estalinista que hizo negocios y recurrió a la corrupción.

En el libro, usted dice que Globovisión está en un proceso de transición, ¿por qué?

Porque no tiene la concesión, tan sencillo como eso. Cuando yo lo dejé, se veía que el gobierno iba a dar la concesión. Pero Maduro le tiene la cuerda chiquita.

Hace poco volvió a golpear a Globovisión. Ahora, en este período de transición, enlaza su señal con VTV. No le queda de otra.

¿Le da nostalgia no estar en Globovisión?

Fue una etapa en mi vida. Un gran amor, pero ya pasó. Globovisión seguirá su camino y yo el mío. También creo que, como un gran amor que uno tiene en su vida, no volverá.

El nuevo periodismo tiene que estar enfocado hacia el diálogo. Las redes sociales han traído millones de periodistas espontáneos, que en un momento determinado tienen una influencia bárbara. Todo está en un proceso de cambio.

¿Por qué Aló, ciudadano era una válvula de escape?

Por la participación popular. Nosotros fuimos los primeros que pusimos en televisión los mensajes de texto. Teníamos los teléfonos y el diseño del sistema de recibir llamadas fue muy bien creado por Nelson Belfort, hijo. Permitía que todo el mundo pudiera llamar.

Recuerdo el famoso debate en la UCV sobre el periodismo participativo. Se veía que ese periodismo ya había pasado. Estábamos cayendo en el periodismo de opinión. Y una vez que hablé con Nelson Belfort, padre, surgió la idea de abrir los teléfonos. Pero los veteranos que estaban allí dijeron que íbamos a caer en el grupo de los cuatro desempleados que llaman todo el día.

Ahí fue que la tecnología nos ayudó a diversificar la participación. Luego, tuvimos la suerte de tener un horario privilegiado porque en ese momento la televisión nacional se la dedicaba a los niños con comiquitas. No había información para adultos. Además, tenía la ventaja que lo podías oír en radio, llegabas a tu casa y lo seguías en televisión.

¿Cree que el programa apareció en el momento histórico preciso?

Claro. La cita con la República es oportuna: ni antes ni después. Yo tuve la suerte de tener un equipo de investigación y de periodistas extraordinarios, que no solamente trabajaron conmigo, sino que trabajaban para Globovisión. Yo pude haber sido la cara que conocía el público, pero detrás había todo un enjambre de periodistas, colaboradores y también de pueblo que participaba y mandaba casos. Y nosotros metíamos la lupa para investigarlos.

Se convirtió en un sitio de encuentro noticioso. Si trabajabas en la redacción de un periódico en ese momento, sabías que debías tener en una pantalla a VTV y a Globovisión en otra.

¿Por qué la salida del programa fue abrupta?

Maduro no podía con Aló, ciudadano. A él le llegaba una información y nosotros le enseñábamos la otra cara de la moneda. Y este gobierno tan débil no podía tener eso enfrente. Tenía que terminar como terminó.

Poco después, Globovisión fue cambiando su línea editorial e informativa. Como dije yo, llegó hasta a transmitir juegos de béisbol y fútbol.

Ahora que la Asamblea Nacional será de mayoría opositora, a partir del 5 de enero del próximo año, ¿cree que habrá más libertad dentro del parlamento?

Yo creo que sí será libre. El periodista ahora tendrá que prepararse más. Deberá revisar más a fondo las leyes. Vamos a un cambio, definitivamente.

Usted afirmó, como una profecía, que el gobierno no podía evitar las elecciones parlamentarias y, pese a que lo hiciera, igual sería derrotado. También dijo que los episodios que venían iban a ser dramáticos, ¿por qué?

Aún son dramáticos. Se está desmontando un gobierno dictatorial. Se está rebanando el salchichón en pedacitos, chico.

Además, si estudias un poco de economía, te das cuenta que un gobierno como el de Maduro no cabe en el sistema económico mundial. Es un estorbo. Es como si al Estadio Universitario llevaras una vela, cuando existen los celulares. No puedes ir contra el tiempo, y eso lo veía yo.

El problema de Venezuela es fundamentalmente económico. Lo primero que hay que hacer es desmontar ese sistema. La teta del Estado ya no puede dar más leche; menos con un barril de petróleo por debajo de los 40 dólares.

¿Y los presos políticos?

Eso es un tema de dignidad como país. En el continente solo son famosos los presos políticos de Venezuela.

Ese discurso: “Yo no voy a soltar criminales”. ¡Por favor! Es como hoy día buscar un disco en 78 revoluciones o un betamax. ¿Qué está hablando ese tipo?, ¿dónde está viviendo?

¿Qué opina de las misiones, la oposición debe mejorarlas?

Por supuesto. Hay una declaración de Julio Borges en la que señala que van a darle forma legal a las misiones. El gobierno quiere utilizarlas como mecanismo de chantaje. Cuando estás en la administración pública, debes repartirla de forma justa. Y deben ayudar y apoyar a los que menos tienen. Pero no como una especie de mendigo, sino que el gobierno funcione como hombro en el que se apoye ese sector más golpeado de la población. Algo que antes se llamaba justicia social.

Imagine que tiene 21 años de edad y está egresando de la universidad, ¿cómo sería Leopoldo Castillo?

Bueno, yo no me movería de Venezuela. Porque no voy a conseguir un laboratorio social más interesante que este. El país va a vivir un cambio extraordinario. Y además, va a vivir la historia reciente. Es como cuando yo me gradué de bachiller: ya tenía idea de que la dictadura estaba cambiando a una democracia.

Y después ocurrió todo aquel debate ideológico de la izquierda, el tema de la guerrilla, el esquema de la Guerra Fría. Eso fue algo interesantísimo para observarlo. Al fin y al cabo, ¿qué son los periodistas? Cronistas de la realidad que observan. Y en este continente hay dos realidades para ello: la cubana y la venezolana. El periodista verdadero tiene una sensibilidad para buscar la historia detrás de la noticia.

¿Cómo se siente ahora que reside fuera del país?

Llevo a Venezuela por dentro. Fui a la presentación del libro de Boris Izguirre. Hablé con él sobre este tema. Y, pues, llevamos a Venezuela por dentro. La seguimos día a día. Yo no soy la expresión de la diáspora venezolana.

Quizás mis hijos sí. Carolina, que está en Canadá, está allá desde el paro petrolero. Rodrigo tiene cuatro años viviendo en Colombia. Pero yo no. Todos mis amigos están en Venezuela. Desde el punto de vista de mi salud, ya estoy bien. Paso por un proceso de recuperación perfecto. El cáncer quedó atrás.

Emocionalmente he necesitado un tiempo para poner mis ideas en orden porque los golpes que recibí en un momento determinado fueron muy fuertes y seguidos. Quedé agotado emocional y físicamente de todos estos años en Globovisión.

Y, vamos a ser francos, en esta Venezuela de hoy día yo no puedo trabajar. No creo que vayan a darme empleo. Yo viví acompañado desde los 24 años; tengo dos solo. Eso es un cambio de vida.

Tengo la convicción, la esperanza, de que vamos a regresar a un país democrático. No a estos esquemas de la cuarta República. No hay nadie que se devuelva, hermano. Chivo que se devuelve se desnuca. Los países avanzan.

Imagínate un tipo que tenía 8 años cuando llegó Chávez, tiene hoy día 25 años, no ha visto más nada que Chávez. Y las mismas caras: la de Cabello, la de la familia de Chávez, Maduro con Cilia, Maduro se separa de Cilia, Maduro se casa con Cilia. No, qué va, la mayoría del país quiere otra cosa.

¿Hay algo que tiene pensado hacer cuando vuelva a Venezuela?

El que yo pueda reunirme tranquilamente en un café. Conversar con los amigos y que el tema de conversación sea el presente y el tiempo porvenir; que no sea una repetidera de lo apretado que se está económicamente y la inseguridad. Que tengamos otro tipo de encuentro. Que las librerías estén llenas otra vez, los periódicos gordos, las universidades con alegría. Es lo que me gustaría ver.

Ya yo tengo 69 años, pero creo que voy a vivir otros 20, incluso más. Mi mamá tiene 93. Yo quiero pasar esos años en una Venezuela de esperanza. Y hay un liderazgo joven que va a escribir la historia. No me cabe la menor duda.

Vía ND.

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