¡Así habla el hambre! La desesperación por no conseguir los alimentos y productos básicos, ha llevado a la población al oportunismo y anarquía para satisfacer sus necesidades, las cuales el Gobierno ha sido incapaz de solventar.
“Apoderarse violentamente de lo que hallan en un lugar. Entrar en una plaza o lugar robando cuanto hay o se guarda”, estas dos oraciones definen a la perfección la palabra saqueo. Acto que se ha convertido en el pan de cada día frente a la creciente crisis alimentaria que enfrenta Venezuela, el país con las reservas de petróleo más grandes del mundo.
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A 54 días de 2016, este tipo de hechos violentos y desesperados se han venido intensificando y haciendo más frecuentes con el pasar de las horas. Solo hoy un camión que transportaba comida en La Dolorita (populosa población al este de Caracas) fue completamente desmantelado a la vista de los funcionarios de seguridad que se encontraban en el sector, reseñó Sumarium.
Esto tras el doble intento de saqueo que sufrió la sede de Makro, una de las cadenas de distribución de alimentos más grandes del país, la tarde del lunes en La Urbina, luego de que vecinos de Petare protestaran por la falta de agua en la zona.
Cifras dramáticas y extraoficiales, revelan que en 247 días se han registrado al menos 105 saqueos en todo el territorio nacional.
En cuatro días se cumplirán 27 años de uno de los saqueos más feroces que ha conocido la historia contemporánea de Venezuela. El “Caracazo”, que comenzó en Guarenas como medida de protesta ante el paquete económico anunciado por el entonces presidente Carlos Andrés Pérez frente a la situación país, dejó saldos de mortandad y destrucción que hasta hoy se desconocen.
Lo cierto es que en la actualidad las cifras y la situación son mucho peores que en los años 80. Día tras día salen de madrugada miles de ciudadanos en busca de alimentos que llevar a casa, soportando colas de hasta 8 horas bajo el sol, por unos cuantos productos de la cesta básica en una nación donde el índice de escasez rebasa el 80% y el salario mínimo no alcanza ni para un pantalón.