El presidente Nicolás Maduro está mal, mal, pero mal. En cada cadena o aparición ante los medios aparece febril, delirante, descocado. Tal parece que lleva razón el diputado Henry Ramos Allup cuando lo llama oligofrénico.
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Durante un viaje al estado Monagas, este 18 de agosto, dijo que él es la persona llamada a construir (quizás se equivocó de verbo y quiso decir destruir, el antónimo) el futuro de Venezuela, para lo cual ha estado repasando las “claves” que le dejó el fallecido presidente Hugo Chávez, en el marco de la Agenda Económica Bolivariana.
“Yo soy el continuador de su obra. Maduro es el continuador de la obra de Chávez y el constructor del futuro. Venía revisando todos los planes forestales, las proyecciones que tomó hacia el futuro y venimos aquí a a ver la activación de los planes en todos nivel de las industrias básicas, estratégicas y socialistas”, dijo, creyéndose una especie de mesías.
Volvió a cargar contra la oposición, que, a su juicio, persigue las riquezas del país, pero estas, acotó, «son para el pueblo, no para una banda de parásitos ladrones. Esta riqueza se transforma en trabajo, pensiones, vivienda, salud, recreación, cultura, en vida”.
A modo de chiste, e insistiendo en su tesis de la «guerra económica», Maduro expresó que Venezuela «tiene todo para seguir su camino al desarrollo».
Por otro lado, y con un pretendido ánimo conciliador, pidió a los “que se hayan confundido” retomar el “camino de la patria”.
“El que se haya molestado que se desmoleste y que venga pa’ acá, este es el camino de la esperanza, del amor, de la construcción”, remarcó.
Con información de Noticiero Digital
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