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¡PARA SENTARSE Y LLORAR! El desgarrador relato que deja en evidencia la tragedia socialista

Esta mañana un vigilante me pidió que por favor le comprara algo para comer porque no lo hacía desde el desayuno de ayer y se sentía muy mareado. Volví sobre mis pasos y compré unas empanadas de esas que ya no pago para mí, porque sus costos reflejan el prodigio que suman: aceite, harina de maíz y a estas alturas, cualquier relleno. Pedí específicamente el jugo más dulce que tuvieran y apareció el vaso oliendo a guayaba, sin pitillo porque no tienen.
Cuando el hambre le gana a la vergüenza y un hombre llora por un par de empanadas, se te mueven muchas emociones.

Foto: tpsdave / pixabay.com

Foto: REFERENCIAL / tpsdave / pixabay.com

Sacó una y envolvió la otra, primero en la bolsita de papel marrón y luego en la de plástico. Sin empezar a morder la empanada que tenía en la mano, sobó el empaque diciendo: «para la noche, muchas gracias».

Lloraba antes de morder y después de hacerlo. Trataba de hablar, pero solo complicaba la escena, porque se aceleraba el llanto y entre lágrimas, jadeos, mocos y bocados, se ahogaba por varias razones a la vez. Las palabras no siempre interrumpen la tristeza, pero igual intenté distraerlo hablándole de mis sobrinos, de mi trabajo y la cola del domingo.

Más sereno, él habló de la prioridad que para comer tienen sus hijos, del trato casi intuitivo que hizo con su esposa para que así sea y por eso es que ambos están comiendo mucho menos, pero eso de hacer del insomnio un hábito demanda otras energías y esta mañana supo que si no comía, se desmayaría; se envalentonó y me pidió el favor.

Ninguna servilleta debería servir de pañuelo a un trabajador porque no puede pagarse la comida que necesita. A pesar de esto, él piensa con prospectiva y ha ido comprando algunos útiles escolares y habló con una prima -cuyos hijos tienen exactamente un año más que los suyos- para que le guardara sus libros y alguna ropa porque ella «lava que ni mi mamá».

Me conmovió la ternura al hablar de sus hijos. Se las resumo con esta frase: «si los parimos fue para cuidarlos y protegerlos». Es la primera vez que escucho a un hombre hablar del parto en plural.

Al llegar a mi oficina, resumí en tres tuits la historia, con toda la indignación que me produjo y sin medir el peso de mis palabras, le menté la madre a Nicolás cuatro veces seguidas. Varios regaños después, opté por borrarlos, por volver a la sindéresis y seguir apostando a la reflexión antes que a la ira.

Sé que vienen días más duros, que escucharlo fue más importante que comprarle algo de comida, que nos veremos distinto, que es un papá más entre millones que atraviesan las mismas circunstancias. «Uy, tiene papelón, qué sabroso», dijo al sorber el jugo, muy despacio, como hacemos todos para que algo no acabe.

Escrito por Naky Soto / Tomado de Facebook.

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